lunes, 21 de septiembre de 2009

Directores ejecutivos.

Los ejecutivos de cuenta de hoy son los directores de mañana…

Solo que en un mercado y en un momento como en el que vivimos, esto sucede casi de manera literal.

Los cambios tan repentinos en la economía, las nuevas habilidades requeridas por la tecnología, la alta rotación en las empresas, las nuevas oportunidades y la falta de estas también, son algunos de los factores que han provocado que mucha gente que aún no ha acumulado la experiencia, conocimiento, práctica o madurez necesaria, estén hoy ocupando posiciones que hasta hace unos años, ocupaban profesionales que tenían un gran bagaje en su carrera profesional.
Y tanto organizaciones como individuos tienen su pedacito de responsabilidad.

Y el hambre se junta con las ganas de comer.

Por un lado las empresas, en su búsqueda por recortar costos, han sido capaces incluso de asignar las responsabilidades que antes pertenecían a profesionales con una amplia experiencia, un alto seniority y por supuesto grandes salarios, a jóvenes profesionales que se encuentran en los primeros años de su carrera. Y por el otro, estos jóvenes talentos, quienes crecieron en la era de lo “instantáneo” quieren que sus carreras sean así: instantáneas.

Ellos saben que, por los recursos que han tenido a la mano, tienen un amplio conocimiento sobre su especialidad laboral; conocen diferentes herramientas que pueden y saben usar para hacer más sencillo su trabajo y tienen mucha prisa por crecer, aún si es tan solo para ocupar una nueva posición que en lugar de llamarse coordinador se llame sub-gerente y pague dos pesos más.

Y así, sin darse cuenta, las empresas que aceptan y promueven esto, amanecen un día repletos de directores ejecutivos; es decir, ejecutivos de cuenta que ahora hacen, como pueden, las veces del director; y como es de suponerse la situación se convierte casi automáticamente en una bomba de tiempo para los dos. Organización y empleado se ven envueltos en una difícil situación. Clientes se quejan del trabajo y lejos de incrementar su compra, amenazan con dejar la firma; proveedores dejan de surtir debido a los pagos atrasados y los accionistas se preguntan por qué los números del trimestre no llegaron a lo esperado. La situación se convierte en crisis y la única válvula de escape para que las cosas no estallen es dejar ir a aquel director que simplemente no pudo lograrlo.

Entonces el ex director ejecutivo, ahora desgastado, agotado y desempleado tiene que buscar ubicarse en un nuevo trabajo, tal vez colocándose en el puesto original de ejecutivo, siempre esperanzado a que pronto lo vuelvan a promover.

Por eso si llegar a encontrarte en una situación similar, tómalo con calma y no quieras correr solo por correr.

Analiza bien la situación, pregúntate a ti mismo si en verdad estás preparado para asumir esa nueva posición.
No digo que le saques la vuelta, sino que de manera consciente tomes la más correcta decisión.

Respóndete con honestidad si cuentas ya con el conocimiento teórico que necesitas y qué tanta experiencia tienes al respecto. ¿Te sientes emocionalmente apto para esta nueva posición?

Analiza el impacto que en cada aspecto de tu vida un nuevo título puede tener, y cerciórate de que en realidad estás dispuesto a hacer los sacrificios de tiempo, espacio y hasta salud que esta nueva aventura te va a requerir.
Ten muy claro cuáles son las habilidades y características con las que cuentas ya y por las que la organización ha decidido darte esta nueva asignación, y de manera humilde y con los pies bien plantados en la tierra, identifica cuales son las otras capacidades que aún tendrás que desarrollar y en cuanto tiempo las podrás dominar.

No tomes una nueva posición solo porque con el título y el dinero te has dejado deslumbrar.
Da ese paso solo porque en verdad estás convencido del valor que sí puedes aportar.


domingo, 13 de septiembre de 2009

¿A que grupo pertences tú?

Los vemos con enorme frecuencia, no importa la empresa o el tipo de organización que sea, ni el nivel de jerarquía ocupado por la gente, tampoco la cantidad de ingresos o el tipo de trabajo que se realice.

Y al mismo tiempo a estos otros también los podemos ver con tanta frecuencia como a los anteriores, y para ellos tampoco importa el tipo de empresa, ni el puesto, ni su compensación.

Ambos conviven todos los días, trabajan de la mano, comparten oficina, comen juntos, algunos estudiaron lo mismo, tal vez incluso hasta en la misma institución, otros vienen de contextos totalmente contrastantes y sin embargo están ahí compartiendo a veces, más tiempo con nosotros que con su propia familia.

Unos llegan hasta a convertirse en los mejores amigos de quienes forman parte de su grupo y del otro también, los otros, difícilmente hacen amistad con alguien, incluso (o quizá, sería mejor decir, especialmente) dentro de su propio grupo.

A simple vista son los mismos profesionales que vemos todos los días en todas las empresas, pero basta con poner tan solo un poco más de atención para darse cuenta de un rasgo clave que los distingue totalmente entre sí: unos sonríen y otros no.

El primer grupo, si bien sigue en la lucha diaria y sabe que falta mucho por recorrer, está satisfecho con sus logros y contento con su trabajo; hace lo que le gusta y le gusta lo que hace.

El otro grupo, el segundo, nunca está contento. Siempre está estresado de más, jamás está satisfecho con lo que ha logrado y se encuentra sometido por sí mismo a una frenética búsqueda de crecimiento en la corporación.

Y no, lo que hace que una persona pertenezca a uno o a otro grupo, no está en el título, ni en su nivel jerárquico, mucho menos en su compensación.

En lo personal conozco casos de grandes y aparentemente “exitosos” ejecutivos que ocupan los más altos niveles en su organización y que todos los días se lamentan por su “precaria situación”, angustiándose por la cuota del mes o por lo que su jefe pensará de ellos al día siguiente; y también conozco casos de ejecutivos del mismo nivel, o incluso más alto, que disfrutan cada día de su trabajo como si fuera el primero (o el último) de su carrera.
Y también conozco gente que organizacionalmente tiene una posición más sencilla y que todos los días se queja porque en su empresa no solo valorados como se merecen; y otros que día a día agradecen estar ahí porque saben que es parte de su plan.

Así que no, el título que ostentemos nada tiene que ver con el grupo al que pertenecemos.
Incluso, en muchos de los casos, la gente brinca de un grupo a otro con cierta repetición.

Entonces ¿qué es lo que define que pertenezcas a uno o a otro grupo?

Desde mi punto de vista, quienes pertenecen al segundo grupo, el que se queja y vive enojado y estresado, no tienen un plan de carrera claramente trazado y no saben a dónde van; o mucho peor aún, son víctimas de su claramente trazado plan de carrera; lo han seguido tan al pié de la letra que han ido avanzando con paso firme y constante.
En este grupo uno empieza su desarrollo como asistente y es promovido a coordinador, después a supervisor y más adelante a gerente y con el paso del tiempo, un poco de suerte y un claro compromiso incondicional a su carrera profesional, la gente se convierte en los grandes ejecutivos que son hoy.

En el primer grupo, el que está contento y satisfecho, también se empieza trabajando como asistente, se es promovido a coordinador y después a supervisor, gerente, director y con el paso del tiempo, un poco de suerte y un claro compromiso también llegan a convertirse en los grandes ejecutivos que son.
Solo que este grupo, no está solamente comprometido con su plan de carrera y entiende que este es solo un área más dentro de algo mucho más importante: su plan de vida.

Estas personas no se están quejando porque no les va como quisieran y ante los retos y baches a los que todos nos enfrentamos, tienen claro un concepto: este es solo un paso más que hay que dar para seguir adelante hasta donde queremos llegar.

Estos sujetos no llegan a los niveles más altos de una organización pensando que son mejores que los demás o no sabiendo que hacer una vez que están ahí. Tampoco se quedan a admirar sus logros para luego caer.

Estas personas llegan a donde quieren llegar, sin importar si eso es tener la oficina más grande de la corporación, su escuela de danza, un lugar en una orquesta sinfónica o un bar en la playa; porque saben que llegar ahí es parte de su plan, no de carrera, sino de cómo ellos quieren vivir.

Y la pregunta que queda entonces es: Tú ¿A qué grupo quieres pertenecer?

Nota importante.

Los comentarios, reflexiones y recomendaciones aquí plasmadas son mi opinión personal, y no necesariamente reflejan la opinión de mi empleador.