Cada vez es más frecuente que en la acelerada época en que vivimos, todos queramos crecer más rápido, dar saltos “olímpicos” de nuestra actual posición laboral a una que aparenta ser mucho más alta y mejor remunerada.
Y en principio esto no debería ser para nada mal visto, pues a final de cuentas todos nos merecemos avanzar en nuestras carreras y tener una mejor remuneración ¿o no?
De hecho el desarrollarnos en nuestra carrera profesional es lo mínimo esperado. El problema está en que nadie quiere tomarse el tiempo realmente requerido para CONSTRUIR una carrera sólida y bien fundamentada.
Yo acabo de ser testigo de esto una vez más. Otro caso de una persona con mucho talento, hambre de éxito, hábilidad para relacionarse bien con sus compañeros, con carisma y ganas de trabajar, solo que las ganas de trabajar eran tan solo con una visión inmediata de las cosas y nada más. Y como es de esperarse esta persona tuvo enfrente la oportunidad de ganar más dinero y de tener una tarjeta de presentación con un título de “mayor rango” y sin pensarlo dos veces dejo de lado todo el esfuerzo que venía haciendo.
El problema radica en que por tener prisa por crecer, nos olvidamos de aprender. Olvidamos un principio básico: La remuneracíon económica no es la única forma de compensación que obtenemos de una empresa.
De hecho existen muchos aspectos que debemos tomar en cuenta al evaluar cómo la empresa en que laboramos va a pagarnos nuestro tiempo y nuestra dedicación:
Por un lado claro que está la paga económica y las prestaciones que la organización tenga para sus colaboradores, tales como seguro social y médico, fondos de ahorro, primas vacacionales etc.
Pero por otro están:
- El ambiente de trabajo.
- Laborar con gente que al igual que uno, hace suyas la visión y la misión de la compañía.
- La oportunidad de aprender un oficio.
- El espacio para desarrollar nuestras habilidades y talentos en un medio controlado, donde, si nos equivocamos, estamos respaldados por un equipo mucho más grande que nosotros, que nos ayudará a resolver nuestro error y a aprender de el.
- La posibilidad de conocer gente y establecer relaciones y lazos con personas que en un futuro podrían abrirnos las puertas de nuevas y más grandes oportunidades.
- El tiempo para poder continuar con ciertos estudios o practicar el deporte o hobby que más queremos.
- Un balance apropiado entre la vida laboral y la personal.
Pero lamentablemente el dinero y un título nobiliario rimbombante nublan la vista de la mayoría y, sin importar el resto de los factores, y menos aún si se han dado el tiempo para aprender y desarrollar las habilidades necesarias para dar el siguiente paso, se lanzan hacia la “nueva aventura” sin ninguna precaución.
Para luego darse cuenta de que podrían haber esperado talvez un año más, en lugar de vivir bajo una alta presión por no estar del todo preparados para enfrentar los nuevos y más grandes retos que vienen acompañando al nuevo título.
Una buena idea para asegurarse de que uno está listo para continuar su desarrollo profesional es hacerse tres preguntas básicas:
- ¿Domino al 100% todas las funciones y responsabilidades que se desprenden de mi cargo actual?
- ¿Existen habilidades y funciones necesarias para el nuevo cargo que ya hoy he comenzado a desarrollar?
- ¿Estoy listo emocionalmente para lidiar con las presiones que vienen de forma natural con esas nuevas responsabilidades?
Si al plantearte estas preguntas tienes más respuestas positivas que negativas, entonces felicidades, siéntete listo para dar ese gran paso; si no lo son détente a pensar y pregúntate “¿qué sería lo malo de esperar y prepararme mejor durante un año más?”
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