domingo, 24 de junio de 2007

Líderes que conocen.

Me siento un momento a recordar todas las personas con las que he tenido oportunidad de trabajar y convivir: jefes, clientes, compañeros, proveedores y colaboradores; de diversas empresas y muy diferentes categorías, desde gigantes consorcios internacionales hasta micro empresas de 1 o 2 personas nada más. Desde presidentes y directores generales hasta asistentes y personal de intendencia.
Y no puedo evitar que a mi memoria llegue uno de los principales lemas de Robin Sharma: “Lidera sin título”, y lo recuerdo con claridad porque he sido testigo de eso.
No importa la persona, su función o el lugar que ocupa en el organigrama de la empresa, o incluso si no forman parte de una, los verdaderos líderes no son los que están a cargo de dirigir una empresa, sino aquellos que día a día se encargan de hacer todo lo que hacen cada vez mejor, inspirando y ayudando a quienes están a su alrededor a hacer lo mismo.

Estos líderes tienen diferentes virtudes muy especiales las cuales unos practican más que otros: estudio, búsqueda de excelencia, proactividad y responsabilidad. Pero hay una que sin duda en todos he visto aplicar: Antes de insistir en que los conozcan, se enfocan en conocer a los demás.

A ellos no les interesa darse a conocer y generar fama. Saben muy bien que no tienen nada que probar. A ellos lo que los mueve a ser grandes líderes es conocer a la gente que les rodea.
Es fácil identificarlos, son aquellos que se dedican a escuchar y comprender lo que los demás están diciendo. Son los que antes de promover sus ideas, se toman el tiempo de entender realmente las ideas de los demás. Se dedican a identificar las pequeñas y las grandes coincidencias y a construir puentes entre la personas.

Ellos entienden que escuchar no es oír pensando en que responder. Es más no buscan responderte, buscan digerir completamente lo que estás diciendo y pensando. Y solo hasta que están seguros de que así es y de que tú estás convencido de que te comprenden cabalmente, ellos te dejarán saber su punto de vista y lo complementarán.

domingo, 17 de junio de 2007

La retroalimentación es un regalo.

“La retroalimentación es un regalo” alguien me comentó la semana pasada.

Buena frase para ponerte a pensar un poco ¿no creen?

En el más estricto sentido de la palabra, la Teoría de la Comunicación llama retroalimentación al hecho de que cuando se transmite un mensaje, el receptor del mismo responda al emisor de modo que su respuesta constituya un nuevo mensaje, de retorno.
Por otro lado, algunas teorías sobre el aprendizaje califican a la retroalimentación como: “un elemento que se utiliza constantemente en la comunicación y que puede favorecer u obstaculizar el aprendizaje”.

¿Por qué entonces deberíamos considerarla como un gran regalo?

La retroalimentación para efectos prácticos, consiste en la información que se proporciona a otra persona sobre su desempeño con intención de ayudarle a reforzar sus fortalezas y superar sus áreas de oportunidad.

La retroalimentación la podemos recibir no solo de nuestros jefes sino de nuestros amigos, de nuestros familiares y de nuestros colaboradores. Vaya hasta un perfecto extraño algún día podría acercarse a darnos algún consejo respecto a lo que estamos haciendo.

El problema con entender que es un regalo verán, se presenta en dos formas muy distintas:

Por un lado, usualmente no vemos con buenos ojos la información que recibimos cuando se trata de corregir o mejorar algo que estamos haciendo. Los miedos que se esconden tras nuestra cara de “yo todo lo se”, no nos permiten tomar los consejos que nos regalan, y nos llevan a sentirnos atacados y criticados. Nuestra fragilidad se hace evidente pues en lugar de escuchar lo que nos están diciendo y abrirnos a lo mucho o poco que eso nos puede ayudar, cerramos nuestros oídos y nos preparamos a responder con cualquier pretexto que explique por qué hemos hecho algo como lo hemos hecho.

El otro problema es todo lo contrario, en este caso nuestra inseguridad nos lleva a escondernos en la retroalimentación negativa, limitante y en ocasiones no tan bien intencionada o enfocada, a la que también estamos expuestos, y que nos dice que no podemos hacer algo porque no estamos preparados, ese mensaje que es una descalificación pero que nos ofrece un “refugio reconfortante” cuando nosotros mismos no nos creemos capaces de hacer algo que siempre hemos soñado pero a lo que jamás nos hemos atrevido.

Por eso hoy he aquí esta gran recomendación: Aprende ya a ver la retroalimentación como un regalo:
  1. No te niegues la oportunidad de escuchar el punto de vista de aquellas personas que sí quieren lo mejor para ti.

  2. Calla y escucha. No trates de responder y justificar. Absorbe y aprende.

  3. Como con cualquier regalo, toma de la retroalimentación que te den, lo que en verdad te va a servir a ser mejor. Lo demás considéralo parte de la envoltura.

La próxima vez que alguien se siente frente a ti para compartirte su punto de vista sobre tu desempeño, pon estos tres pasos en práctica y verás por fin el gran regalo que te están haciendo.


domingo, 10 de junio de 2007

Sé tu propio cliente

¿Cuántas veces habremos escuchado esa frase que dice “al cliente lo que pida”?

Todos aquellos que de una u otra forma, para desempeñar su trabajo, tienen que tener contacto con un cliente, seguramente estarán muy familiarizados con este concepto. Desde que iniciamos nuestras carreras profesionales, incluso para muchos desde antes, nos enseñan a no decir que no se puede. El entrenamiento que nos dan, las lecciones diarias que obtenemos en nuestro trabajo, nos han grabado en nuestra mente ese decir que va: “No me digas que no se puede. Dime como sí se puede”.

Y así vamos, algunos en mayor medida que otros, a distancias inhóspitas con tal de hacer que sí se pueda.Trabajamos horas extras, a veces en los fines de semanas, dejamos de salir a comer, descuidamos a nuestra familia y por supuesto a nosotros mismos, con tal de que sí se pueda y al final de cuentas tratamos de entregar lo mejor que podemos a nuestros clientes para que vean que sí se pudo.

La pregunta entonces es: Si somos capaces de hacer todo esto para otros ¿por qué no podemos hacerlo para nosotros mismos?
¿Por qué nos empeñamos en ponernos límites y pensamos que lo que nosotros queremos no se puede? Nos decimos: ahora no puedo comprar mi coche, no puedo tomarme unas vacaciones, no puedo hacer tiempo para hacer ejercicio, cómo siempre como en la calle, no puedo comer sanamente, no puedo dedicarme a lo que me gusta hacer, no tengo tiempo para mi, no me dejan, no me alcanza, no puedo, no puedo, no puedo…

Mi respuesta es: entonces comencemos a vernos a nosotros mismos como si fuéramos nuestros clientes para que así sí podamos hacer que todas estas cosas sucedan.

Vaya ¿Por qué no poner a trabajar las cosas a nuestro favor y permitirnos saber que sí podemos tener, sí podemos hacer, sí podemos lograr todo lo que queremos?

Les aseguro que todas esas personas a quienes consideramos afortunados y exitosos lo hacen así. Saben, piensan y creen con absoluta fe que sí pueden hacer, tener y lograr todo lo que quieren. Saben que se lo merecen y lo agradecen con sinceridad.

Es muy simple en realidad. Todo lo que hay que hacer es definir que es lo que queremos, visualizarlo, pensarlo claramente y pedirlo con la seguridad que la vida nos lo dará.

¿Suena simplista? No lo es. Stephen Covey lo explica muy bien cuando dice: “Todo en nuestra vida es creado dos veces. Primero cuando lo pensamos y después cuando físicamente es manifestado”.
Así que pensemos bien las cosas que queremos.

Pero si esta explicación no les fuese suficiente, entonces les recomiendo estudiar más sobre “La ley de la atracción”.

Esta ley universal establece que, de acuerdo a las palabras de Bob Proctor (filósosfo, escritor y coach personal): Todo lo que llega a tu vida es porque tú lo has atraído. Y los has atraído por las imágenes que tienes en tu mente. Es lo que piensas. Todo lo que piensas lo atraes”.

Ahora probablemente estén pensando algo así como “aja! Seguro… yo pido y nada más…y después sigo adelante en mi día como si nada y lo que pido me llegará…aja como no!”…

Pero no, en efecto pedirlo y pensarlo no basta. Definitivamente sí hay que hacer algo para que aquello que queremos llegue a nuestra vida. Y ese algo es creer que sí lo merecemos y comenzar a vivir como sí ya lo tuviéramos, como si tuviéramos el auto que queremos, o la casa de nuestros sueños.
Hacerlo es poner las cosas en orden para que lo que hemos creado en nuestra mente tenga lugar en nuestra vida.
Es decir, ¿como vamos a tener la casa de nuestros sueños si siempre estamos concentrándonos en quejarnos sobre la que actualmente tenemos?
Nuestras acciones tienen que ser congruentes con nuestros pensamientos y nuestros deseos.

Como dice Rhonda Byrne (Productora de la cinta The Secret y autora del libro del mismo título): “Las acciones son especialmente poderosas porque son pensamientos que nos han hecho actuar.”

Así que mi sugerencia es, hoy mismo párate frente al espejo, vete fijamente, asume ya que tú eres tu cliente más importante en la vida y deséate lo que más quieras para ti, piénsate y vete viviendo la vida que quieres y comienza a actuar desde ya de acuerdo a ese deseo y demuéstrate a ti mismo, como lo haces a tus otros cliente, como sí se puede.

domingo, 3 de junio de 2007

Valora tus principios y actúa con integridad.

“Valora tus principios “dice Stephen Covey, pero no siempre tenemos muy claro que es un valor y qué es un principio, y así muchos aprovechan ese “hueco” para disculparse a si mismos ante la falta de integridad que en ocasiones pueden mostrar.

Una persona íntegra es aquella que actúa con congruencia con los valores que predica, y que esos valores están alineados con los principios, podríamos llamar universales, de la vida.

Pero ¿qué es un principio? ¿Qué es un valor? ¿Como se distinguen unos de otros?

Los principios, explica, son como la ley de la naturaleza, son premisas universales que guían la vida del hombre. Los principios como la honestidad, la justicia, el respeto y la bondad son universales. Trascienden el tiempo y el espacio.

Una persona no es semi honesta, o es o no lo es. El principio, el concepto de la honestidad es el mismo en México que en China. Uno no puede ser honesto con una persona y engañar a otra.

Los principios aplican para todos, tal como la ley de la gravedad o la ley de la atracción.

El Dr. Stephen Covey lo explica mucho mejor cuando dice: “Todas nuestras acciones tienen consecuencias. No podemos levantar un extremo de un palo sin levantar el otro. Si te tiras de un 5to piso no te puedes arrepentir cuando vayas en el segundo, la ley de la gravedad es ya quien está en control. Ese es un sello de la naturaleza.”

Así pues, los principios son un sello más de la naturaleza. Y tal como la ley de la gravedad, operan permanentemente ante todo lo que hacemos.

Los principios de hecho son los que gobiernan los resultados de nuestras acciones. Si actúas de acuerdo a los principios universales, está actuando a favor de la naturaleza y está a su vez actúa a tu favor.

Ahora, los que gobiernan a nuestras acciones son nuestros valores y los valores son subjetivos y personales, cada quien, de acuerdo a su educación, preparación, contexto y sobre todo a su decisión personal, elige los valores con que se rige.

Todos, absolutamente todos, tenemos valores.
Hasta los criminales y los terroristas los tienen, aún cuando estos vayan en contra de los principios de la vida.

Como decía Elvis Presley: ” Los valores son como las huellas digitales. Nadie tiene los mismos, pero los dejas plasmados en todo lo que haces”.

Por lo tanto debemos de poner especial atención en definir cuales son nuestros valores y preguntarnos si estos están alineados a los principios universales de la vida, pues nuestros valores guían nuestras acciones y los principios controlan el resultado de esas acciones.

Por lo tanto… Valora tus principios.

Nota importante.

Los comentarios, reflexiones y recomendaciones aquí plasmadas son mi opinión personal, y no necesariamente reflejan la opinión de mi empleador.