domingo, 29 de abril de 2007

Para brillar se necesita tener foco.

En las últimas semanas la cantidad de trabajo ha prácticamente rebasado la capacidad física del equipo de trabajo en el que laboro y la mía también. No por falta de conocimiento, experiencia o destreza, pues, en definitiva, tengo la fortuna de formar parte de un gran grupo (en espíritu, no en tamaño) de gente muy talentosa.

Creo que lo que ha sucedido es que hemos tratado de abarcar mucho terreno, intentando producir excelentes resultados para diferentes personas y así brillar ante todos los que, por alguna razón, requieren de nuestra involucración.

Y brillar hemos logrado. Solo que no para todos al mismo tiempo o en la misma intensidad.

Pero ¿Por qué pasa esto, qué nos ha ocurrido?

Pienso que nos hemos convertido en una especie de serie de luces de árbol de navidad.

Prácticamente nos puedo ver, tal como si fuéramos una pequeña chispa eléctrica que tiene que correr de un pequeño foco a otro a lo largo de la serie tratando de iluminar tramo a tramo un enorme árbol navideño.
Y así como una serie de luces va parpadeando de foco en foco, nosotros vamos brincando de proyecto en proyecto, yendo y viniendo, saliendo y regresando tratando de mantener el brillo en todo lo que hacemos.

Algunos han decidido
, talvez apresuradamente, absorber responsabilidades adicionales a las muchas que ya tenían, lo que en lugar de permitirles crecer su círculo de influencia y contribuir de mejor manera con la organización, crece su círculo de preocupación, pues ahora en lugar de tener que iluminar a 40 bombillas de luz, tienen que hacerlo para 80, lo que resulta en definitiva, en un alumbrado mucho más tenue que antes.

Entre más lo pienso, más me convenzo de que lo que necesitamos hacer es tener FOCO.

No quiero decir con esto que debamos encerrarnos en nuestra pequeña parcela de obligaciones y demos la espalda a otras necesidades del grupo. Por el contrario, creo firmemente que si cada uno de nosotros mantenemos un claro y firme enfoque en cumplir y desarrollar nuestro círculo de influencia vamos a contribuir mucho más al brillo total de ese gran árbol de navidad que llamamos empresa.

Necesitamos ser claros con nosotros mismos e identificar cuales son nuestras grandes fortalezas, que es eso que sabemos hacer muy bien y decidirnos a entregarnos al 100% a esa labor y así aportar a nuestro equipo, en lugar de querer abarcar más “luces” en la serie para tratar de lucir más ante los demás, pues de esa forma ponemos en riesgo iluminar tan solo a medias o peor aún fundir alguna bombilla y, recuerden que es lo que usualmente pasa cuando un solo fusible deja de funcionar…la serie completa comienza a fallar, a veces hasta dejar de brillar por completo.

Así que pongo esta idea sobre la mesa: tengamos muy claro como es la mejor forma con la que podemos contribuir, identifiquemos muy bien nuestras fortalezas y nuestras oportunidades; marquemos perfectamente cual es nuestro círculo de influencia y dejemos que los demás hagan lo mismo.

Ese es el verdadero trabajo en equipo, donde cada quien aporta con su labor enfocada y clara a un objetivo en común: que ese enorme árbol brille en su totalidad.

domingo, 22 de abril de 2007

Si tan solo Donald fuera como un buen jardinero.


¿Alguna vez les he contado sobre mi teoría de que a todos, a unos más que a otros, nos ataca el Síndrome del Pato Donald (SPD) en algún, o posiblemente muchos, momentos de nuestras vidas?

Sucede que a todos, después de ir acumulando estrés, malas noticias, enojos, berrinches, frustraciones, pláticas y pensamientos negativos, en fin mala vibra en general, quedamos tan llenos de energía negativa que cualquier cosa es suficiente para hacernos explotar en un ataque de ira que no hace más que empeorar nuestra situación y que termina por convertirnos en un Pato Donald enojado y víctima de su propio coraje.
¿O no? ¡Vamos! Recuerden como se ponía Donald cuando trataba de abrir su silla plegable en la playa y esta no cedía, provocando que el famoso pato de traje del marinero fuera enojándose más y más, golpeando y gritando hasta terminar atrapado dentro de la misma silla.

Bueno pues ese es justo el SPD o Síndrome del Pato Donald.
Este se da precisamente cuando llegamos al punto de no regreso y perdemos el control y como dicen por ahí “Escupimos al cielo” y por supuesto, como todo lo que sube, tiene que bajar, ese escupitajo solo nos salpica de regreso a nosotros mismos.

Ahora ¿cómo es que llegamos hasta el punto adquirir el SPD? No es difícil imaginárselo…vivimos en una época donde el estrés es parte de la cotidianidad en nuestras vidas: cuentas por pagar, problemas por resolver, proyectos por entregar, familia que cuidar, hijos que educar, compromisos que cumplir, en fin todo una carga de factores que no podemos ignorar ni evitar y que sea como sea, tenemos que cumplir.
Pero a los que además, sin darnos cuenta, sumamos otros que sí podemos cambiar:

Y es que usualmente empezamos nuestros días siempre corriendo, al despertar, lo primero que hacemos es quejarnos de la hora tan temprana en que tenemos que levantarnos, si somos considerados y compartimos habitación con alguien, salimos de ella y sino encendemos la televisión o la radio para “escuchar” las noticias del día y así contaminar nuestra mañana con las últimas notas sobre la violencia que hay en el mundo, los asaltos, las guerras, etc.. Salimos camino al trabajo y vamos peleando con el conductor del auto de enfrente solo porque a él le toco estar frente a nosotros en esa larga fila de coches estacionados, que llamamos periférico…o viaducto…o cual sea la avenida que mas usen por las mañanas.

Llegamos a la oficina, recibimos la llamada de algún cliente enojado o peor aún la llamada la recibió nuestro jefe y él ahora es quien esta enojado, algún proveedor no cumple con su compromiso, en una junta de trabajo tenemos un fuerte desacuerdo con alguien más. A la hora de la comida el mesero tarda en traer la cuenta y regresamos tarde al trabajo, regresamos al final de la tarde a casa para, después de volver a lidiar con todos esos automovilistas a quienes insolentemente se les ocurrió también regresar a sus hogares a la misma hora que nosotros, encontrarnos con que la puerta del estacionamiento no funciona bien o que un vecino se estacionó mal impidiéndonos guardar nuestro auto en su lugar.

Entramos a casa, estamos bloqueados, irascibles e iracundos, solo pensando en querer ver la televisión y no hablar de nada con nadie…entonces discutimos con nuestros familiares porque ellos con la mejor de las intenciones nos reciben con los brazo abiertos, pero como nosotros venimos con una inercia negativa equivalente a una onda expansiva nuclear, los hacemos a un lado, nos postramos en nuestro sillón acostumbrado, prendemos la caja idiota y… ¿qué hacemos? Sintonizar una serie de televisión llena de violencia, muerte y vicios.
Nuestra pareja nos interrumpe, pregunta algo o nos dice algo que no nos parece y ENTONCES!!!!!!...

¡FELICIDADES! Lo has logrado, has adquirido SPD.

Tanto que ya solo te falta la cola de pato y sombrero de marino porque estás tan enojado que el pico naranja lo tienes ya!

Las consecuencias… esas creo que no las tengo que contar.

Así que mejor me dedicaré a platicar sobre como podemos evitar contagiarnos de SPD.

Y para eso debo hacer referencia una vez más a una de las lecciones de ese gran mentor, autor de “El monje que vendió su Ferrari”, Robin S. Sharma quien, precisamente en dicho libro compara a la mente humana con un jardín, explicando que: “Si tu procuras tu mente, la nutres y la cultivas, esta, tal como un rico y fértil jardín florecerá más allá de lo que puedas imaginarte” .

Él continua con su analogía detallando que justo como un jardinero cuida cual soldado, que en su parterre no entre ni el más mínimo rastro de contaminación, de la misma manera deberíamos nosotros procurar esto con nuestra mente.

Sin embargo es penoso ver la cantidad de basura que la mayoría de nosotros dejamos entrar a nuestra cabeza día con día. Las preocupaciones, la ansiedad, el lamentarse por el pasado o angustiarse por el futuro y todos aquellos miedos creados por uno mismo, las pláticas y medios a los que nos exponemos, provocan una catástrofe dentro de nosotros mismos.
“La preocupación drena a nuestra mente de todo su poder y tarde o temprano, lastima incluso hasta nuestro espíritu”.

Para vivir la vida en todo su esplendor, debes de montar una estricta guardia a la entrada de tu jardín y solo dejar entrar a la mejor información y al mensaje de mayor calidad. No podemos darnos el lujo de tener ni un solo pensamiento negativo.

Explica Sharma que la gente más alegre, dinámica y satisfecha en el mundo es aquella que hace algo más que solo existir. Son esas personas que creen en su potencial humano y realmente saborean la vida, pero que sobre todo, adoptan un paradigma positivo sobre su mundo y todo lo que en el existe.

¿Sabían que en un día normal la persona promedio crea alrededor de seis mil pensamientos, y que el 90% de esos pensamientos son los mismo que los del día anterior?

Por lo tanto, sugiero que nos aseguremos de que esos pensamientos sean siempre positivos, pues como explica Stephen Covey: “Todo lo que hacemos y tenemos en la vida existe dos veces, primero cuando la piensas y después cuando lo hacemos realidad”
Razón suficiente para querer que lo que creemos sea siempre positivo ¿no lo creen?

Volvemos entonces al tema de la oportunidad de escoger:
No importa lo que esté pasando en nuestra vida, tenemos el derecho a siempre escoger como queremos responder. Y tenemos el derecho de elegir a que estímulos queremos exponer a nuestra mente y sobre todo a pensar siempre positivamente para sentirnos siempre bien.
Tenemos derecho a ser el jardinero de nuestra mente y a con nuestra actitud positiva, crear pensamientos positivos que solo podrán crear situaciones positivas a nuestro alrededor.

Hhmm, pensándolo bien, no estaría mal que en Disney hicieran una caricatura de Donald como jardinero. ¿no creen?

domingo, 15 de abril de 2007

Cuatro supuestos para llevar una vida más balanceada

Durante las últimas semanas he estado leyendo, repasando y estudiando el libro “El Octavo Hábito” del Dr. Stephen Covey, a quien seguramente me han visto mencionar en muchos de los temas que he tocado anteriormente.
En este libro, Covey toca un tema de suma importancia: El desarrollo de las 4 inteligencias que como seres humanos tenemos.

Por un lado, está la inteligencia física, la de nuestro cuerpo, la inteligencia que está ahí en todo momento sin que nosotros estemos conscientes de ella, coordinando a todo nuestro organismo.

También está la inteligencia mental, que es la más comunmente conocidad de todas, se trata básicamente de nuestra capacidad para analizar, razonar, manejar nuestros pensamientos abstractos, usar el lenguaje, comprender, etc.

Ahora, y desde hace algunos años, se habla mucho de la inteligencia emocional que es la que nos permite conocernos y estar conscientes de nosotros mismos, nos brinda diferentes capacidades como la sensibilidad, la empatía, la comunicación y el relacionarnos con los demás.

Hasta ahora, la mayoría de nosotros habíamos escuchado solo sobre estas 3, pero Covey habla de una cuarta inteligencia: La espiritual.

La inteligencia espiritual, que por cierto ya es sujeto de diferentes investigaciones científicas y filosóficas, es, a decir de Covey, la más fundamental de todas ya que se convierte en la fuente de dirección para las otras tres, esta representa nuestra búsqueda de dar significado a lo que hacemos y la que nos permite, a través de nuestra conciencia, estar seguros de lo que hacemos es lo correcto.

Después de haber leído tanto sobre estas, he llegado a la conclusión de que desarrollar las 4 inteligencias es una obligación que como seres humanos tenemos todos, y no es tarea fácil, hay muchos pasos que seguir, muchas prácticas que adoptar y conceptos que comprender.
Probablemente en las siguientes semanas hable mucho más de cada una de estas 4 dimensiones, pero en tanto eso sucede, hay 4 sencillas suposiciones que Covey recomienda hacer para ayudarnos desde ya a desarrollarlas y comenzar a llevar una vida más balanceada:
  1. Para el cuerpo (Inteligencia Física): asume que has tenido un infarto, ahora comienza a vivir de acuerdo a esto.
  2. Para la mente (Inteligencia Mental): asume que estás a dos años de llegar a la mitad de tu vida profesional, prepárate de acuerdo a esto.
  3. Para el corazón (Inteligencia Emocional): Asume que todo lo que dices de otra persona, él o ella lo puede escuchar, ahora habla de acuerdo a eso.
  4. Para el espíritu (Inteligencia Espiritual): Asume que tienes una revisión de resultados uno a uno con Dios cada 3 meses, ahora vive de acuerdo a eso.
Desde mi punto de vista, estos 4 puntos y los resumiría en:
  • Vive sanamente, cuida, nutre y ejercita tu cuerpo.
  • Se previsor y prepárate para el futuro, pero no dejes de disfrutar el presente, goza el momento que estás viviendo.
  • No hables más de los demás, como dicen por ahí: “Si no tienes nada bueno que decir de alguien, mejor mantente callado”.
  • Se responsable de tu vida y tus acciones. Define tus valores y principios y vive de acuerdo a ellos y se agradecido por todo lo que tienes.

domingo, 8 de abril de 2007

Sonríe y hazle el momento agradable a todos



¿Alguna vez han visto que en un avión le aplaudan a un sobre cargo?

Yo sí, y no fue precisamente porque al mejor estilo Hollywoodense salvara a todos los pasajeros de un desastre aéreo; sino porque convirtió un momento rutinario y engorroso en uno divertido y agradable.

Les cuento: Como es acostumbrado, una vez que habíamos abordado el avión y que todos estábamos ya bien ubicados en nuestros asientos, el jefe de la tripulación, un sujeto de origen cubano comenzó a dar las típicas y aburridas instrucciones de seguridad para el vuelo, solo que en esta ocasión fueron todo menos aburridas.

Él comenzó dictando la clásica letanía y los pasajeros tomamos la conocida posición de revista del avión en mano y vista perdida en sus páginas, entonces sorprendentemente este miembro de la tripulación de American Airlines (GOL!!!) dijo: “ y se que no les importa lo que estoy diciendo bla bla bla bla, y podría decirles cualquier cosa bla bla bla bla en lugar de decirles donde están las salidas de emergencia bla bla bla bla…”
Y así continuó dando la información de seguridad entre broma y broma hasta que terminó, seguido de una gran sesión de aplausos de todos los pasajeros y el resto de la tripulación.
Y claro, como deben suponerse, el resto del vuelo lo pasó platicando y bromeando con todos, y cuando llegamos a Dallas, todos bajamos del avión asegurándonos de despedirnos y sonreír una vez más con nuestro anfitrión.

Me imagino que este señor debe abrirse siempre las puertas a donde vaya. Casí puedo verlo entrar a cualquier lugar regalándoles una sonrisa a todos.

Seguramente si hacen memoria verán que tienen un amigo, familiar o conocido que es así. Gente que hace sentir a cualquiera cómodo y bienvenido en su presencia.

Yo tuve la fortuna de casarme con alguien así y también he tenido muchos amigos así.
Recuerdo a dos amigos en particular (Chava y Fillo), cada uno de etapas diferentes de mi vida, y que siempre que saludaban a alguien, no importaba de quien se tratara, sin falta tenían una sonrisa y unas palabras de bienvenida preparados para ti. Podían estar en medio de algún problema o visiblemente inquietos, pero jamás te harían una mala cara.

También recuerdo a otros amigos que eran conocidos por sus ánimos siempre bajos, a los que siempre que los saludabas tenían algo de que quejarse y a los que ya no les preguntabas como estás sino como sigues.

Creo que no tengo que platicarles quienes eran los más populares y queridos.

Hoy tengo la gran fortuna de compartir la vida con alguien así y aprender de ella día con día lo increíble que es sonreírle y ser amable con los demás.

Inténtenlo y verán cuantas puertas se abren frente a ustedes. Pero tengan cuidado y no confundan ser amable con ser políticamente correctos y no pretendan instalar una falsa sonrisa en su cara. La gente no es tonta y la hipocresía se huele a metros de distancia.

Sonreír y ser amable es una actitud, una forma de vida que viene desde adentro, son el reflejo del bienestar de nuestro espíritu y nuestra mente; y como dicen “solo cuando estamos bien con nosotros mismos, podemos estarlo con los demás”.

Así que ¿qué tan bien están hoy? ¿a cuantas personas le harán el día mejor con solo regalarles una sonrisa?


domingo, 1 de abril de 2007

CUMPLE TUS COMPROMISOS

¿Cuántos compromisos incumplidos habremos hecho en nuestras vidas?
Es más ¿Cuántos tan solo en el último año? Creo que sería más fácil contar cuantos sí hemos cumplido.

Debería ser realmente alarmante la cantidad de compromisos y promesas que sin pensarlo hacemos todos los días; y sin embargo estamos tan acostumbrados a romperlos y a que no nos los cumplan, que ya es algo tan cotidiano que simplemente no nos damos cuenta.

Cotidiano quiere decir “Que ocurre con frecuencia, que es habitual”.
Es decir ¡no cumplir nuestros compromisos se ha convertido en un hábito!


Y uno de los peores. Porque cada vez que nos comprometemos a algo y no lo hacemos, perdemos credibilidad. Siempre que no entregamos aquello que prometimos, como, cuando y donde lo acordamos, traicionamos la confianza de con quienes nos relacionamos.
Y lo que es mucho peor, cada ocasión en que no cumplimos con nuestros compromisos, alimentamos ese tan negativo hábito y fortalecemos el sentido de desconfianza en nosotros mismos.

Así cada día nos hacemos creer que no seremos capaces de hacer lo que decimos, pero tampoco nos sentimos seguros de decir No puedo comprometerme a lo que me piden”.

La buena noticia es que como todo mal hábito, este se puede romper para comenzar a construir uno nuevo: CUMPLIR TODOS TUS COMPROMISOS.

Por supuesto esto no es tan fácil como suena, pero como todo lo que cuesta trabajo en la vida, vale mucho la pena.

Dado que no soy ningún Guru y que por el contrario, a penas estoy trabajando en asegurarme de siempre cumplir todos mis comprimos, hoy solo puedo compartirles algunas acciones que aprendí de ese mentor que a larga distancia y sin que él lo sepa, he adoptado: Robin Sharma.
1- Conoce cuales son los valores más importantes para ti.

2- Descubre y define tu voz, tu vocación.

3- Así ahora podrás hacer compromisos que sí son congruentes contigo mismo.

4- Escoge cuidadosamente los compromisos que haces No a todo tienes que decir que sí. Como dice Stephen Covey: “Cuando alguien te pida un favor, recuerda que tienes el derecho de obtener más información y de tomarte el tiempo para pensarlo. Tendemos con frecuencia a decir que sí y luego vivimos para arrepentirnos.”

5- Comienza haciendo pequeños compromisos contigo mismo.
Promesas que sean fáciles de cumplir en tiempo y en forma. Por ejemplo, si lo que quieres es cuidar tu alimentación piensa: “ solo hoy dejaré de comer postre en la comida.” o si lo que estás buscando es fortalecer tus relaciones y amistades, piensa: “Hoy le hablaré sin falta a ese viejo amigo con quien hace tiempo que no me veo.”


6- Escribe un diario.
No me refiero al trillado concepto de la libreta donde la dulce quinceañera relata sus sueños de adolescente, aunque esa también es una gran práctica, sino a una bitácora. Un espacio en el que documentes todas tus experiencias del día y al que puedas consultar sobre tus avances en el realización de tus objetivos.
Esto te ayudará a identificar que sí y que no estás haciendo; y a entender el porque, de modo que puedas replicar o evitar situaciones y condiciones para asegurarte de cumplir, pues cada pequeño compromiso que cumplas, por simple que sea, te dará una gran sensación de logro que irá alimentando las ganas de seguir cumpliendo.

7- Date tiempo y se constante. De acuerdo a los estudiosos un hábito se construye en 21 días de práctica diaria. Así que fíjate como meta practicar el cumplimiento de tus compromisos y objetivos diariamente durante todo un mes. Al inicio puede que hacerlo sea engorroso y la tentación de rendirte sea grande, pero recuerda que cada día de logro es un paso más y que, como en el ejercicio físico, con el esfuerzo de cada día haces que el de mañana sea más fácil de lograr.

Un mes de esfuerzo para crear uno de los mejores hábitos que podemos tener.
Con este, no solo ganaremos la confianza de quienes nos rodean, sino que obtendremos credibilidad absoluta ante alguien aún más importante: nosotros mismos.

Nota importante.

Los comentarios, reflexiones y recomendaciones aquí plasmadas son mi opinión personal, y no necesariamente reflejan la opinión de mi empleador.