sábado, 23 de diciembre de 2006

Entregándose al ritmo de la vida

Qué difícil es dejar que las cosas sigan su curso, detenerse y ceder el control de las cosas y entregarse a otro ritmo, a un paso que no es el tuyo.
Serenarte y entender que no importa que tanto quieras o puedas hacer, simplemente hay cosas que no dependen de ti, ni son tuyas para alterar.
Tiempos que hay que respetar y esperar; situaciones que hay que soltar y permitir que se resuelvan, y soluciones que, aunque no sean las que más deseábamos, hay que saber aceptar.

Hace unos días intervinieron a mi papá, el 11 lo internamos y el día 12 desde muy temprano a esperar. Lo llevarían al hemodinamia a las 10:00 am y pasaron por el hasta las 11:30. “Aquí no existen las horas, sino los turnos” decía el doctor. Tardarían una hora y a eso de la 1:30 nos avisaron que tratarían de hacer una angioplastía. “Nos vemos en una hora” y al final pasaron más de dos.
Después de 4 horas salió para darnos la sorpresa de que habría que hacer otra intervención en algunos días más. “Probablemente mañana miércoles” mencionó el médico y no fue hasta 8 días después que lo volvieron a intervenir.

10 días, 5 extents en 3 arterías y una enorme cuenta de hospital después, por fin sería dado de alta mi papá.

¿Y cuales eran mis reacciones durante todo este tiempo? mmm… verán dentro de todo el confuso buffet de emociones, los arrebatos más frecuentes eran el “¿por qué no pueden hacer todo al mismo tiempo? ¿por qué no son más rápidos? Si yo puedo ir rápido ellos también deberían poder hacerlo, ¿cuánto más quieren que aguantemos? Tengo ganas de tirar la toalla, ¿qué más quieren de nosotros?" Y así podría seguir con una lista enorme de frustraciones e inútiles preocupaciones.

Inútiles sí, pues después de todo hay que recordar que ante estos eventos lo único que podemos hacer es cooperar, ayudar en lo que puedas a que los demás puedan hacer su labor y estar mejor y esperar y dejar que cada quien haga su parte.

Por eso hoy trato de recordar aquella frase que en algún libro hace poco tiempo leí:
“Señor por favor dame la serenidad para aceptar aquellas cosas que no puedo cambiar. Dame coraje para trabajar sobre las que sí puedo afectar. Pero sobre todo dame la visión para saber distinguir y las unas de las otras poder diferenciar”.

Y así, hoy y siempre, habré de recordarme esto a mi mismo y de esta forma tratar de aprovechar y disfrutar cada momento al máximo pues nunca sabrás cuando el control saldrá de ti una vez más.

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Nota importante.

Los comentarios, reflexiones y recomendaciones aquí plasmadas son mi opinión personal, y no necesariamente reflejan la opinión de mi empleador.