domingo, 24 de febrero de 2008

El capitán del barco de tu vida

¿Hasta cuando debe esperar uno para saber que la ruta que ha elegido ha sido la correcta?

Cuando las cosas definitivamente no funcionan en nuestro favor, es muy sencillo saber que el nuevo camino que hemos tomado es el correcto pues de manera inmediata supone un cambio favorable para nosotros.

¿Pero qué sucede cuando aparentemente todo está bien y decides tomar un nuevo camino que promete ayudarte a estar mejor? ¿Cuánto tiempo es correcto esperar para determinar si has elegido lo correcto? ¿Cuántos espejismos de miedos reflejados hay que hacer a un lado para no perder de vista el camino que hemos escogido? Y si el faro que hemos tomado como norte se pierde de vista por la niebla del temor a lo desconocido ¿qué debemos hacer? ¿Debemos continuar a ciegas en línea recta esperando encontrar la orilla otra vez o debemos girar y emprender el camino de regreso?
¿Es incorrecto dar marcha atrás?

Dicen que para crecer y encontrar nuestra realización personal uno tiene que comenzar a andar hacia su sueño, aun cuando este esté del otro lado mar.

Podríamos decir que nuestra vida es un barco, pero un barco nunca cumple su razón de ser si permanece siempre anclado en su muelle. Por eso tenemos que dejar que nuestra nave zarpe en busca de su destino.



A veces la incertidumbre provoca en cualquier marinero las ganas de volver a su hogar, los retos y el mar abierto sin tierra a la vista pueden hacer brotar miedos capaces de hacernos girar el timón y regresar a la vida que conocemos, a lo fácil de lo usual.
Es justo en ese momento que nuestro coraje debe aflorar, recordándonos porque hemos emprendido este viaje y darle otra oportunidad.

Tu embarcadero de origen siempre estará ahí, antes de ser navegante de tu vida, realizabas alguna ocupación, que en cualquier momento si lo necesitas podrías volver a ejercer, así de hambre nunca morirás, pero ahí nunca encontrarás a tu leyenda personal.

Tu muelle de lo conocido permanecerá ahí esperando que algún día regreses a el, puedes hacerlo con el rostro triste y confundido de quien perdiera el rumbo y emprendiera el regreso a medio camino, o puedes hacerlo como un viejo y victorioso capitán que navego los mares que le correspondían para llegar a su otra orilla del mar y quien comprendió que su tesoro no estaba en un ninguna de las islas que a su paso recorrió, sino en todas ellas a la vez porque, después de todo, su leyenda personal no se encontraba en un destino final, sino en cada una de las lecciones que aprendió en cada una de las aventuras que emprendió.


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Los comentarios, reflexiones y recomendaciones aquí plasmadas son mi opinión personal, y no necesariamente reflejan la opinión de mi empleador.