lunes, 13 de julio de 2009

Tu éxito, tu obstáculo.

Sucede. Y sucede con frecuencia. Lo he visto en muchos amigos y compañeros de trabajo y también frente al espejo. Nos entregamos en cuerpo y alma a nuestro trabajo, le dedicamos horas y horas a perfeccionar lo que hacemos, no descansamos hasta que dominamos cada una de las tareas incluidas en nuestro rango de acción. Nos transformamos en especialistas, en expertos, y en algunos casos, hasta en autoridad o punto de referencia.

¡Muy bien! Pero ¿Después que queda?

Por supuesto que no está mal ser exitoso y ser el mejor, por el contrario, siempre hay que esforzarse por destacar en lo que hacemos. Sin embargo, olvidamos que hay muchas otras cosas que también debemos dominar, dentro de las cuales está principalmente controlar la arrogancia que podemos desarrollar a raíz de nuestro propio éxito. Y esto sí que está mal.

Claro que es dulce ser exitoso. Es realmente placentero escuchar cumplidos en reconocimiento a nuestro trabajo y las palabras adulantes de personas que quieren quedar bien con nosotros, pues creen poder beneficiarse de nuestro éxito, de hecho, resultan ser una gran golosina para nuestro ego.

Pero insisto, ¿Después de esas palabras que nos queda?

Una vez que hemos llegado a “nuestra cima” debemos reconocer que tenemos dos opciones, regocijarnos en nuestro éxito, descuidarnos y caer; o bien saber que después de disfrutar por tan solo unos momentos nuestros logros, debemos de fijar un nuevo horizonte y movernos hacia él.

Y para esto, es indispensable comprender que el éxito se presenta en diferentes maneras, y no todo se manifiesta en la acumulación de poder, bienes materiales, dinero o un título nobiliario y que, lo que es importante para unos puede no serlo del todo para otros.

Y debemos darnos tiempo para, con humildad, aprender a identificar nuestras fortalezas y nuestras debilidades.

Necesitamos reconocer que nuestras más grandes fortalezas exacerban nuestras propias carencias también.

Nadie es perfecto. El que seas un gran creativo, no quiere decir necesariamente que seas un gran estratega. El que hagas producciones de enorme calidad, no significa que tu creatividad sea la mejor. Ser un erudito de las matemáticas no te hace bueno para explicarlas y ser un excelente coordinador, no te convierte en un gran líder.

No dejes que tus grandes fortalezas te vuelvan miope ante tus áreas de oportunidad, reconoce de qué pié cojeas y busca reforzarlo rodeándote y asociándote con aquellos que son tan fuertes en tu área de oportunidad, como tú en tu especialidad.

Admite que no lo eres todo, que necesitas de los demás y que tienes que colaborar con ellos. Ábrete a participar con otros y deja que te aporten su experiencia. No siempre tienes que demostrar que tu sabes más.

Picture credit: Redjotter

5 comentarios:

Marco Ayuso dijo...

Wow! Qué buen jalón de orejas...! Y creo que una buena forma de mantener siempre nuestros pies sobre la tierra es teniendo en mente el por qué estamos haciendo lo que estamos haciendo... es decir, la verdadera razón por la que buscamos el éxito (ofrecer algo mejor a nuestra familia? Crecer?)... Saludos!

Edgar Montaño dijo...

Excelente y reflexivo post, amigo!
Muchas gracias por compartir este tipo de pensamientos y reflexiones que, sin duda, siempre cae muy bien recordarlos.
Un abrazo!

Efrain Mendicuti dijo...

Gracias Marco y Edgar!

De acuerdo con ambos, es realmente importante que siempre recordemos tener los piés bien puestos sobre la tierra y tener presente por qué estamos haciendo las cosas.

Excelente semana!
E

Ari Katz dijo...

Back to basics Mr! siempre es bueno tener esto presente.

A veces se nos olvida voltear atrás para ver en donde estábamos antes.

CENTRUM dijo...

Gracias, excelente tu reflexión me inspiro para escribir algo para mi blog, ya que existen zonas de confort que limitan nuestro crecimiento aun cuando llegamos al “éxito”
Saludos

Nota importante.

Los comentarios, reflexiones y recomendaciones aquí plasmadas son mi opinión personal, y no necesariamente reflejan la opinión de mi empleador.