domingo, 9 de diciembre de 2007

1 metro

¿Qué es un metro para ti? ¿100 centímetros, un paso, una cita puntual a ciertas horas del día, una medida, un espacio, 39.37 pulgadas, un nada?
¿Cuántos minutos al día le dedicas a pensar en un metro? Sin duda deben ser muchísimos, tantos que en tu mente no debe caber mucho más contenido que metros y metros de pensamiento. ¿Cuántos metros posees como tesoro, cuántos has conquistado y cuantos te han arrebatado?


Seguramente un metro debe de ser algo muy preciado. Algo hasta místico quizás, capaz de convertir a cualquiera en el rey o la reina del universo (porque, por lo que he visto, un metro no distingue géneros). O si no seguramente provocará una sensación orgásmica y placentera o talvez incluso provea a su poseedor del secreto mágico para obtener felicidad y vida eterna.

¿Que no? ¿Entonces por qué todos los días cientos de miles de personas tan solo llegadas las 6 de la tarde se lanzan ferozmente a la calle transformando sus coches en verdaderos tanques de guerra con los que competirán a sangre por el metro de enfrente?
¿Qué es lo que pasa con la gente cuando conduce en el tráfico y comienza a aventar su auto contra otros para no dejarlos pasar ni un metro, aún cuando ellos mismos saben que tampoco ellos van a poder avanzar?

Es como si perdieran por completo el uso de la razón y cedieran su habilidad de manejar al señor Hyde que al parecer todos llevan dentro, arriesgando no solo la integridad de sus autos, sino sus vidas y las de los demás.


Tan solo el otros día venía yo manejando a las 7:30 pm, entrando al entronque de Viaducto y Periférico, justo en el punto en que tres carriles (uno inexistente pero inventado forzadamente a la mala por los GRANDISIMOS GANDALLAS que pasan por ahí), se convierten en los dos que sí están muy bien marcados; cuando me toco ver como uno de estos GRANDISIMOS GANDALLAS en un destartalado y en muy mal estado Nissan Tsuru trataba de ganarle el metro sagrado a una camioneta X-terra que bien venía alineada en el carril correcto. Entonces, la bestia (por falta de un mejor adjetivo) que “manejaba” el Tsuru en su ridícula insistencia de avanzar y colarse en un espacio que simplemente no existía, golpeó el lado derecho la camioneta aquella, dejando colgado su propio espejo lateral izquierdo.
“Entonces desistió” pensaría cualquiera. ¡Pero no! El loco visiblemente enfurecido trato de cerrarle el paso al vehículo utilitario, terminando de arrancar por completo lo que le quedaba de espejo.
“Ahora sí, ahí le paro” estarán pensando. Pues no. En ese momento el engorilado conductor sacó medio cuerpo por la ventana de su pequeño y “Des-pejado” automóvil para comenzar a golpear, al mejor estilo de “manitas calientes” la puerta y el cristal de la X-terra, mientras que el chofer de esta continuaba avanzando lentamente por su carril, al son de la cantaleta de insultos que el soberano idiota del Tsuru dejó de gritar una vez que satisfecho con su salvajez se colgó del espejo de la camioneta hasta arrancarlo también.

¿Y qué hacía toda la gente que pasaba por ahí? Lamentablemente nada. Bueno sí algo, ver el show de medio tiempo del viaducto, cortesía de un implacable campeón de la lucha por un metro más.

Me pregunto que hubiese pasado si el conductor de la X-Terra hubiera traído consigo una pistola o un arma con que defenderse o peor aún, que habría pasado si el de la pistola hubiese sido el gorila del Tsuru.
¿De verdad las personas que vivimos en esta ciudad estamos tan enfermos por ganar un metro más? ¿Estamos realmente concientes de lo que ponemos en juego en nuestro ridículo afán de pasar primero que los demás?

¿En verdad te interesa tanto ganar un metro más? Demuéstralo. No con actos de vandalismo e incivilidad, sino con acciones a favor de los demás.
¿Por qué no en lugar de empujar tu auto contra el de los demás, usas esa energía para saltar un metro más y abrirle la puerta a las personas que vienen saliendo del restaurante al que tu vas a entrar, o por qué no detenerte un metro atrás del cruce peatonal en lugar de sobre de el, como todos los hacen habitualmente y así dejar cruzar la calle a los transeúntes con mayor libertad, o por qué no parar y ceder el paso a al conductor de al lado que solo quiere cruzar?

¿No sería más fácil si así todos nos dejáramos pasar?

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Nota importante.

Los comentarios, reflexiones y recomendaciones aquí plasmadas son mi opinión personal, y no necesariamente reflejan la opinión de mi empleador.