El guest post de este viernes es una historia originalmente narrada por Malcolm Forbes y que mi amigo y compañero de trabajo David Hyman y su mamá Barbi, compartieron conmigo ayer.
"Una mujer en un viejo y desgastado vestido y su esposo vestido con un viejo traje, bajaron en la estación de tren en Boston, y caminaron tímidamente y sin una cita hacia la oficina del presidente de la Universidad de Harvard.
La secretaria dedujo en un instante que estas personas que venían del campo no tenían nada que hacer en Harvard y probablemente ni siquiera merecieran estar en Cambridge.
“Quisiéramos ver al presidente” dijo suavemente el hombre.
“Estará ocupado todo el día” respondió intempestivamente la secretaria.
“Lo esperaremos” contesto la mujer.
Durante horas la secretaria les ignoró, esperando que la pareja por fin se desanimara y salieran de ahí. No lo hicieron y la secretaria ya frustrada finalmente decidió interrumpir al presidente, aun cuando hacerlo era una tarea que siempre lamentabla.
“Talvez si los ve por unos minutos ellos se vayan” ella le dijo. El exhaló desesperado y asintió con la cabeza. Alguien de su importancia obviamente no tenía el tiempo de atenderlos y detestaba los vestidos y trajes viejos estorbando en su oficina. El presidente, con la cara alzada y llena de dignidad se dirigió a la pareja.
La señora le dijo entonces: “Teníamos un hijo que asistió a Harvard por un año. Él amaba a Harvard. Era muy felíz aquí. Hace como un año murió en un accidente. Mi esposo y yo queremos construir un monumento a el, en algún lugar del campus”.
El presidente no se conmovió, pero estaba en shock. “Madam” dijo a regañadientes, “No podemos poner una estatua de cada persona que asistió a Harvard y murió. Si lo hiciéramos, este lugar parecería un cementario”.
“Oh no” la señora explicó rápidamente, “No queremos alzar una estatua. Nos gustaría regalar un edificio a Harvard”.
El presidente los mire con desden y exclamó: “¡Un edificio! ¿Tienen la más remota idea de cuanto cuesta un edificio? Tenemos más de siete millones y medio de dólares en edificios aquí en Harvard”.
Por un momento la señora permaneció callada. El presidente estaba complacido. Talvéz así de desharía de ellos.
La señora se volvió hacia su marido y en voz baja le dijo: “¿Eso es todo lo que cuesta arrancar una Univesidad? ¿Por qué no abrimos la nuestra?”
Su esposo asintió.
La cara del presidente entonces se marchitó en confusión y sorpresa.
Entonces el señor y la señora Leland Standford se levantaron y salieron caminando de ahí, viajando a Palo Alto, California, donde establecieron la Universidad que hoy lleva su nombre, la Universidad de Standford, un monumento al hijo al que no a Harvard no le importaba más.
Uno puede fácilmente identificar el carácter de la gente de acuerdo a como tratan a aquellas personas que creen que nada pueden hacer por ellos."
¿No es esta una historía que todos deberíamos de leer y sobre todo una lección de muchos deberían de aprender?
¡Gracias David y Barbi!
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